Cuando nos llenamos de odio y de rencor descargamos ese veneno en nosotros mismos. Esto ha sido planteado por psicólogos desde hace tiempo aunque no se ha comprobado científicamente. Lo que si es cierto es que las personas con odio suelen ser malhumoradas, sufren de hipertensión y llevan una carga muy pesada que no les deja ser felices.
Esta enfermedad va aparejada a la sed de venganza. Un individuo encolerizado puede causar daño verbal, moral, físico e incluso la muerte. Imaginémonos una sociedad contagiada por ese virus. Experiencias hay muchas, vale como ejemplo los regímenes nazi fascistas, con arengas permanentes de odio y mentira. Situación similar la vivimos cuando el país tuvo a punto de una guerra civil como resultado del culto a la violencia, de la división de la sociedad y la exacerbación del resentimiento social, propiciados por el régimen y los sectores más recalcitrantes de la oposición. Pero predominó la sapiencia y el sentido común en el pueblo para evitar males mayores.
Hoy aparece de nuevo un clima peligroso, hay una furia acumulada, no por efectos de la polarización política sino por el auge de la corrupción y el crimen, el alto costo de la vida, el caos de la salud pública, los malos servicios, la escasez y el desabastecimiento. Frente a ello, el régimen atiza la confrontación sin importarle sus consecuencias. De allí el esfuerzo de la oposición por promover la reconciliación nacional y la importante decisión de continuar con la ruta democrática, pacífica e institucional para sustituir al gobierno.
Es imprescindible, sin embargo, que el uso de cualquier mecanismo para cambiar al gobierno sea acompañado de la protesta del pueblo y sin miedo. La realidad ha unificado a los venezolanos en el descontento y el reclamo de cambios, mientras aísla cada vez más al régimen. Frente al cierre de válvulas de escape a la gente no le queda otro camino que organizarse y movilizarse para exigir sus derechos, al tiempo que se desahoga y se desestresa de tanto agobio.
Otros mecanismos para la catarsis colectiva son las redes sociales. También por allí se expresa el malestar y se comunica lo que el régimen oculta, pero es lamentable que se abuse de esta vía para irradiar odio e irrespetar al otro. El régimen se ha deslegitimado aún más por haber adoptado el insulto y la descalificación como política de Estado. La misma suerte corre quien responde en el mismo tono. Algunos opositores desacreditan las vías legales para salir del gobierno, sin percatarse de que con bravuconadas y vejando a todo el mundo le hacen un flaco servicio al cambio.
No se trata de negar la crítica, pues sin ella no hay democracia. Pero ésta debe ir orientada a la construcción y al crecimiento de la sociedad, a revalorizar el trabajo, la educación, la responsabilidad y la tolerancia. Cuando insultamos destruimos la crítica y la política. La gente no recapacita ni cambia por un regaño. Las reflexiones se dan a partir del diálogo respetuoso, de procesos educativos y formativos y muchas veces es la realidad la que se encarga de mostrar el camino. Craso error cometen quienes despotrican contra el pueblo chavista y lo culpan de la catástrofe creada por la cúpula del régimen.
Frente a las agresiones y el golpe de Estado continuado del gobierno y sus poderes acólitos es clave la resiliencia, que significa construir en la adversidad y capacidad para proyectar el futuro en medio de crisis agudas, darle rienda suelta a la creatividad y a las nuevas ideas. El maduro-cabellismo caerá cuando terminemos de enamorar a las grandes mayorías con un proyecto alternativo de país.
Es la hora de exigirle a los líderes comportamientos cónsonos con la ética y nuevas formas de hacer política. La unidad y la inclusión no deben quedarse en slogan de campaña. El país que soñamos es aquel donde cabemos todos, donde haya convivencia armónica y comuniquemos de manera correcta los sentimientos; donde las diferencias, la disidencia y la crítica sean parte del vivir democrático. Así desterramos el odio y construimos el cambio.
Ing. Golfredo Dávila
Secretario General Vanguardia Popular Zulia
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