Desde el mismo momento de su conformación como partido político de izquierda, progresista y revolucionario, en su propia Conferencia Nacional Constitutiva (marzo 2007), habiéndose cumplido ocho (8) años de gobierno chavista, en el marco de la crisis general del sistema capitalista internacional y de las características particulares que esta asume en nuestro país; Vanguardia Popular (VP) ratificó en sus formulaciones políticas iniciales (La Táctica para el Actual Período), los criterios que a continuación exponemos:
1. En Venezuela continúa existiendo una formación económico-social esencialmente capitalista, de carácter dependiente y semicolonial; asentada en un modelo de acumulación rentista que tiene su base principal en la industria petrolera, la cual constituye el factor dinamizador de toda la economía. El Estado correspondiente se caracteriza por ser redistribuidor de renta; de tal forma, que la burguesía surgida de este proceso es básicamente alimentada por y desde el Estado. Las clases y sectores beneficiarios siguen siendo los mismos de los últimos tiempos, cuando los lineamientos principales de las políticas neoliberales se implantaron en el país. A estos se le une, como novedad, el surgimiento de nuevos grupos económicos asociados al chavismo; una nueva burguesía en pleno desarrollo, llamada por algunos la boliburguesía, que crece al amparo del Estado, negociando con él y beneficiándose de la inmensa bonanza económica y fiscal; en buena medida, financiada a través de los infinitos e invisibles intersticios de la corrupción, la cual, una vez más, por sus magnitudes y repercusiones, deviene de problema moral, a ser asunto de incidencia económico-social.
2. En el aspecto político, caracterizamos al régimen como antidemocrático, antinacional y antipopular, de claros signos autoritarios y totalitarios; de acentuados rasgos fascistas que, bajo la égida de un caudillo megalómano, concentra y centraliza cada vez más el poder. Haciendo un esfuerzo de síntesis, asumimos que se trata de un régimen despótico, que hace uso del manejo arbitrario y discrecional del Poder, del conjunto de sus instituciones y de su legalidad.
3. Un elemento que ha contribuido a profundizar la confusión respecto al régimen que tenemos, ha sido la estrecha relación del presidente con el líder y el gobierno cubanos; así como sus rimbombantes declaraciones sobre la construcción del socialismo en nuestro país. Para empezar, debemos señalar que el régimen cubano no es “uno de los últimos gobiernos comunistas del mundo”, como señalan ciertos tipos de análisis. Es uno de los últimos regímenes revisionistas que quedan. A través de la asesoría cubana le llegan al gobierno nacional métodos de organización y de acción heredados de la antigua URSS y demás Estados revisionistas de la Europa del Este, convertidos en Estados represivos y opresores de sus pueblos, productos de la degeneración de lo que fueron alguna vez proyectos socialistas. Se trata de un debate de fondo en el cual nuestro partido, Vanguardia Popular, fijó posición desde su fundación. Estos países formalmente se llamaban socialistas mientras desarrollaban procesos de restauración del capitalismo; pero, sin variar el discurso. Más allá de esto, todavía está pendiente como reto insoslayable de los verdaderos revolucionarios y comunistas del país y del mundo, un balance profundo, riguroso y desprejuiciado de las experiencias socialistas, a la luz de nuestra teoría y de cara a nuestro compromiso con las aspiraciones de cambio y transformaciones que demanda nuestro pueblo y el mundo de hoy.
4. Obviamente, a los fines de encubrir su propia farsa, al régimen venezolano y a su líder les conviene ese “socialismo” de pacotilla que tiene similitudes con su proyecto: autoritarismo, despotismo, control social y alienación de la conciencia, explotación y sobre explotación, represión y corrupción, junto a los privilegios para las camarillas en el poder. Por supuesto, el “socialismo bolivariano” no tiene la elaboración teórica ni las particularidades acumuladas por una práctica histórico-social de años, antes que aquellos procesos degeneraran. Ni siquiera la colaboración de algunos intelectuales de dudosa calidad ética y teórica, han podido darle sustentación teórica e ideológica al régimen que hoy oprime a la nación venezolana. El Socialismo del Siglo XXI no pasa de ser una frase vacía y de clisé, detrás de la cual se asoman claros contenidos totalitarios y fascistoides, amén de una gran improvisación e ineptitud para gobernar.
Posteriormente, entre las conclusiones aprobadas en la II Conferencia Nacional de Vanguardia Popular (Julio 2015), establecimos:
1. El fracaso del proyecto chavista, desarrollado en nombre de “la izquierda, la revolución y el socialismo”, después de 16 años en el poder, acumula un enorme descontento siendo percibido como el fracaso de la gestión de la izquierda en el gobierno, lo cual hace más difíciles las cosas para quienes enfrentamos al régimen desde esta perspectiva. La polarización y el enfoque maniqueo y simplificador alimentan en algunos sectores ideas de derecha, por reacción frente al discurso y la práctica oficialistas. Sin embargo, el país acoge las ideas del compromiso social, de la inclusión, la lucha contra la pobreza, la democracia efectiva y el compromiso patriótico; al tiempo que rechaza los modelos de corte autoritario, dictatorial o totalitario, como el modelo chavista o el cubano, negadores de las libertades y los derechos humanos; es decir, la gente ha ido aprendiendo a distinguir el discurso engañoso respecto de la realidad.
2) La crisis actual expresa el fracaso de la boliburguesía en el poder y la inviabilidad de su proyecto político y societario. Pero lo que ha fracasado no es el socialismo, sino el modelo rentista-petrolero, de carácter dependiente, monoproductor, monoexportador e importador, con un alto componente estatista al amparo del cual se amamanta una burguesía escasamente emprendedora y productiva, se amortiguan, mas no se resuelven, algunos problemas sociales a través del reparto de renta y se enriquece a un puñado de burócratas.
3) Este modelo, que en Venezuela tiene ya 100 años de historia, ha sido reforzado hasta la exacerbación durante los últimos 16 años, hasta el punto de configurar hoy una economía de puertos que promedia entre $35.000 y $45.000 millones anuales en importaciones –las cuales se financian con el dinero proveniente del negocio petrolero; el que, a su vez, representa el 96% de nuestros ingresos en divisas–, mientras se aniquilan fuerzas productivas; esto es, se destruye el aparato productivo nacional, se lleva la ruina al campo, se quiebran las empresas de la CVG, se debilita la capacidad productiva y financiera de PDVSA, a la par que se desarrolla un sector estatal de la economía, errónea y engañosamente llamado de propiedad social, que es un verdadero desaguadero de recursos financieros y económicos, un monumento a la ineficacia y la improductividad, a la corrupción y a la negación de derechos laborales y sindicales.
4) Tras este modelo, disfrazado con una fraseología seudorevolucionaria y “socialista”, se oculta un proyecto de poder ajeno a los intereses nacionales y populares, que solo favorece a la oligarquía financiera nacional y transnacional, que alimenta a nuevos grupos económicos articulados al Estado (la boliburguesía) que viven de los contratos, de las importaciones, de la especulación financiera y la corrupción. Su soporte político es un régimen despótico y antidemocrático, de vocación hegemónica y totalitaria, que bebe de las fuentes del fascismo, del viejo revisionismo al interior del marxismo y de la tradición caudillista y militarista nacional y latinoamericana del siglo XIX y buena parte del siglo XX.
5) Sus resultados más visibles son: inflación, escasez, contracción económica, caída de las reservas internacionales y escasez de divisas; a lo cual se unen la inseguridad, la crisis de la salud y las medicinas, la corrupción, el deterioro y carestía de los servicios públicos, empobrecimiento y exclusión de todo tipo; mientras se restringen las libertades y garantías democráticas, se violan los derechos humanos y se desarrollan diversos mecanismos de control social.
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