En las cercanías de la Navidad, la conducta irresponsable y a la vez perversa del régimen, colmó la paciencia de la gente, después de haber secuestrado la Constitución, secuestró el dinero de la población, propiciando un estado de ira colectiva y un desastre de proporciones mayores. Mientras tanto, los medios silenciados, dando pie a la proliferación de rumores y comentarios en las redes sociales, llenos de angustia, incredulidad, indignación y desesperación.
El desconcierto y la impaciencia, hacen que la furia acumulada se descargue contra quienes están en la misma trinchera de lucha. Se abusa del insulto, la descalificación y el irrespeto; se prejuzga y se señala al liderazgo opositor como culpable de lo que ocurre, por no haber logrado el cambio político. Cosa que lejos de ayudar, genera mayor incertidumbre.
Es cierto que la dirigencia opositora no ha atinado en una estrategia consensuada y clara en los últimos tiempos, ha sido muy buena como alianza electoral, pero muy errática a la hora de articular y dirigir el conflicto social; la pugna por el liderazgo y la hegemonía en la MUD, es en sí misma otro ruido que genera fricciones internas y rechazo, además, impide tomar decisiones a la velocidad en que marchan los acontecimientos; pero los ataques de la que ha sido objeto, son desproporcionados, recordemos que el único culpable de esta catástrofe es el régimen.
La crítica es necesaria, ella debe servir para que la MUD rectifique y mejore, ahorita se requiere mucha amplitud y la participación de todos los actores políticos y sociales que se oponen a la barbarie, la descalificación destruye y termina favoreciendo al régimen. Por ello, en pleno conflicto hay que actuar con mucha sensatez, los sucesos ocurren a una velocidad impresionante, pero hay que sacar tiempo para la conversación y la convivencia democrática, impedir que se desaten los demonios, lo cual debilita y favorece al régimen.
En medio de la actual volatilidad, hay que echar el insulto y el irrespeto a un lado, eso que siga siendo propiedad del régimen, pues no reconocer al otro como legítimo otro en su dignidad, es una enfermedad y un vicio de la antipolítica, que denota incultura e irracionalidad. El biólogo chileno Humberto Maturana, en su libro “La democracia es una obra de arte” brinda un rico aporte para mejorar la convivencia humana; dice que la democracia es un proyecto de convivencia que se configura momento a momento, que emana emoción y surge del conversar, del equivocarse y del ser capaz de reflexionar sobre lo que se ha hecho y de corregir; es un espacio de coordinación de conversaciones, decisiones y acciones consensuadas sobre los intereses comunes de todos los ciudadanos.
El vivir democrático, es el respeto por el otro, por la diferencia y la diversidad, no es un tema del poder, o de elecciones, o de alguna circunstancia, es algo del día a día. Muchos llegan a los cargos ofreciendo acabar con el abuso y la discriminación, pero al llegar allí y creerse dueños de la verdad, niegan al otro y someten a la población. “El poder surge en la obediencia del otro. Si yo digo algo y ustedes hacen lo que digo me conceden poder.”...“La obediencia implica siempre la autonegación; la autonegación del que obedece, la negación del que ordena.” Hay una parte de nuestra biología cultural que se orienta al vivir en el mutuo respeto, en la cooperación y la colaboración, que solo son posibles entre iguales.
Si nos centramos en consensuar decisiones, entonces es contra natura pedir a otros que hagan las cosas por mí; si critico algo, debo actuar en correspondencia, es decir hacerlo mejor; si no soy capaz de hacer algo, ¿por qué exigirle a otro que lo haga? si uno quiere que todos hagan y digan lo que uno quiere, eso es dictadura. La decisión de hacer las cosas debe surgir de la conversación, no de la negación del otro o de la imposición o la obediencia, ni dar por sentado que el otro está de acuerdo con una decisión, si antes no ha sido consensuada en la conversación.
Ing. Golfredo Dávila, Secretario General Vanguardia Popular Zulia
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